This blog is bilingual. Scroll down for English.

viernes, 30 de mayo de 2014

Marca de agua

¡Buenos días! ¿Cómo va la vida en tierra? Aunque bien pensado, mejor no nos conteis...  Mantenemos nuestro rumbo y lo que sí tenemos son muchas ganas de empezar a trabajar en serio. Ya hemos tenido tiempo de descansar del ajetreo de los días previos a la marcha, los compañeros que andaban mareados han salido de sus camarotes y tenemos todo listo. Pero seguimos con este viento en contra que aunque no se mantiene constante en su intensidad nos está retrasando prácticamente desde que salimos de Vigo. Ahora mismo está en 12 nudos, y nuestra  posición es 43º18.4500 – 037º23.6700.

Tenemos seis barcos a nuestro alrededor, como de costumbre, pero a una distancia de 20-50 nm, demasiado lejos para verlos. Uno de ellos se llama Navíos Antares, y ayer nos cruzamos con otro llamado Valencia Express. Creo que de momento el más grande fue un tanque que medía 290 m, que sólo vimos en el radar. Avistamos a diario soplidos de ballena, pero la distancia y las olas no nos dan oportunidad de identificarlas.

Pero habíamos prometido hablar de otolitos, así que allá vamos. Los otolitos son unas estructuras calcáreas que se encuentran en el oído de los peces óseos (las rayas y tiburones también tienen pero son gelatinosos y no se pueden usar para estimar su edad), comparables a nuestros huesos del oído interno. Los otolitos están rodeados de tejido sensorial y hacen posible que el pez detecte sonido, aceleración y gravedad. Son tres pares, pero nosotros sólo usamos el más grande de ellos, que se llama sagittae. A bordo los extraemos, limpiamos rápidamente y guardamos en pequeños sobres de papel en los que apuntamos la especie, campaña, fecha, número de lance, longitud y sexo del individuo. En esta campaña tradicionalmente se recogen otolitos de bacalao, fletán y platija, pero este año sólo recogeremos de las dos primeras especies, aunque mantendremos los objetivos iniciales de muestreo en lo que se refiere a número de otolitos por sexo y rango de talla. El año pasado se recogieron 2000 pares de otolitos en Platuxa, casi la mitad de ellos de bacalao.

Otolitos de fletán negro

Su análisis tiene necesariamente que esperar a llegar a tierra. Además de un ojo muy bien entrenado para su lectura hace falta preparar los otolitos para su observación bajo el microscopio. La forma y tamaño de estos otolitos sagittae varía mucho de unas especies a otras, y por tanto, también la dificultad para leerlos, que es la palabra que los biólogos usamos para referirnos a su análisis. Al formarse los otolitos se van creando bandas llamadas hialina y opaca. La primera deja pasar la luz, la segunda, no. Generalmente, a lo largo de un año se forman una capa hialina y otra opaca, de forma que igual que ocurre con los anillos de los árboles, los anillos hialinos y opacos de los otolitos pueden usarse para estimar la edad de un pez. Los otolitos de algunos peces pueden analizarse simplemente partiéndolos por la mitad y quemándolos un poco para contar los anillos,  pero en muchos casos el otolito partido se embebe en resina, se pule la superficie y se corta en capas muy finas para analizarlo bajo el microscopio y contar el número de anillos opacos o hialinos. Suena muy fácil pero no lo es. De hecho los laboratorios oceanográficos celebran de vez en cuando reuniones a nivel internacional para poner en común sus metodologías y homogeneizar criterios.

Cuando nuestra muestra de varios cientos de otolitos, digamos de bacalao, ha sido analizada el resultado es lo que llamamos una clave talla edad: una tabla en la que tenemos una talla (por ejemplo cm) por fila y una edad por columna, y donde registramos el número de bacalaos que hemos encontrado para cada edad en una talla determinada. Aquí os mostramos parte de una clave:



Edad / Age


Edad / Age

Talla / Length
0
1
2
3
Total
Talla / Length
0
1
2
3
Total
8




0
8





9




0
9





10




0
10





11




0
11





12




0
12





13

1


1
13

1,0
0,0
0,0
1,0
14

1


1
14

1,0
0,0
0,0
1,0
15

1


1
15

1,0
0,0
0,0
1,0
16

6


6
16

1,0
0,0
0,0
1,0
17

4


4
17

1,0
0,0
0,0
1,0
18

5


5
18

1,0
0,0
0,0
1,0
19

6


6
19

1,0
0,0
0,0
1,0
20

3
2

5
20

0,6
0,4
0,0
1,0
21

3
2

5
21

0,6
0,4
0,0
1,0
22

1
5

6
22

0,2
0,8
0,0
1,0
23

1
5

6
23

0,2
0,8
0,0
1,0
24


9

9
24

0,0
1,0
0,0
1,0
25


4
1
5
25

0,0
0,8
0,2
1,0
26


5
2
7
26

0,0
0,7
0,3
1,0
  

Esta tabla de la izquierda la convertimos en proporciones (ver tabla derecha) para aplicarla a la distribución de tallas de nuestras capturas, y así averiguar cuantos peces tenemos de cada edad. Esto es muy importante porque el potencial reproductor aumenta con los años y saber la estructura demográfica de la población nos da pistas acerca de su “salud”. En nuestro ejemplo vemos que el 60 % de los peces de 20 cm tiene un año, y el 40%, dos años. Y así sucesivamente.

También se sabe que la composición molecular del otolito depende de la masa de agua en la que el pez ha crecido. Y es que no todo el océano es una masa de agua uniforme. Hay muchos tipos de agua de mar, con diferentes salinidades, temperaturas y concentraciones de iones en disolución. Afortunadamente para la vida en la Tierra estas masas de agua se mantienen en sus respectivas corrientes, que vienen a ser sus “rutas de circulación” en el planeta sin atropellarse unas a las otras, tal y como han hecho durante millones de años. Esto no significa sin embargo, que una masa de agua sea inmutable. Ahora no vamos a profundizar en esto, pero hay una estrecha interacción entre la atmósfera y los océanos. Los océanos tienen gran capacidad de absorber anhídrido carbónico (uno de los gases cuya presencia en la atmósfera ha aumentado rápidamente desde la Revolución Industrial), pero a costa de alterar el ciclo químico de los carbonatos. Una de las consecuencias directas de este proceso llamado acidificación del océano, resumiendo muchísimo, es que la cantidad de iones carbonatos requeridos por los organismos para construir exoesqueletos y otras estructuras calcáreas disminuye. Esta “marca” que deja el agua marina con la variable concentración de iones se puede detectar en los otolitos, que se convierten así en valiosísimas herramientas para reconstruir las características físicas de los océanos y el cambio climático en décadas pasadas. Hay importantes colecciones de decenas de miles de otolitos procedentes de diferentes especies y caladeros en diversos centros de investigación marina, entre ellos el IEO, esperando la llegada de recursos económicos  que permitan explotar su potencial.

Esto no es todo sobre los otolitos, ni muchísimo menos, pero esperamos haber despertado vuestra curiosidad sobre el tema y que esta introducción sirva para que busqueis otras fuentes de información.

 Y mañana más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario